“Hey, ¡esta noche he sido tu camarero!”, dices tú -como quién no dice nada- con la sonrisa de ese alguien que te sirve una ración de patatas ali-oli en una mano y el corazón en un giga en la otra. “Mi camarero del amor” me abochorno al pensar yo. Parece mentira, ¿no?, que la misma persona incapaz de trasportar tres megas de algodón se atreva hoy a recoger tu corazón, en un giga exacto.
“Pues sí, me gustas”. Pues sí, que bien, cursi azucarado de bajos reflejos. Y sí, que bien, justo esta noche, que es una novela romántica. Ahora bien (¡qué bien!), a la página 69 no se llega sin sobrevivir antes a alguna que otra noche con los labios secos.