Hay un conocido abogado, orondo, engominado. Suele defender en sus juicios los intereses de empresarios y otros probos ciudadanos. Escoge casos mediáticos, casos con víctimas blanco de lágrimas fáciles de sobremesa. Su vocabulario revela con total transparencia su pensamiento. Ya sabemos todos qué pensamiento es.
El caso es que este conocido abogado, engominado, orondo, disfruta lanzando en su alegato final encendidas soflamas contra el terrorismo. Se lanza y sobrevuelan la sala como balas categóricas afirmaciones. Y acostumbra a acabar su discurso con lo que cree el golpe de gracia, el lema de su particular cruzada contra el mal: Read More