El otro día, que sí que me gustó mi oficio, me tocó ir, camarita en mano, a hacer de pinche de la compañera de Cultura que habían mandado a cubrir la presentación en Madrid del VI Festival de Cine Africano de Tarifa. Como cualquiera que me conozca un poco puede suponer, salí de la misión con un vídeo bastante desastroso pero con un incontrolable síndrome de Estocolmo hacia nuestros entrevistados y su proyecto.
Y como lo de irme a Tarifa dentro de un mes, mal que me pese, me temo que no se me va a arreglar, me hice a la idea de conformarme con el breve aperitivo que los festivaleros nos regalaban en la FNAC de Callao durante estos días, asumiendo el riesgo que tiene lo de quedarse con la miel en los labios.
Fue en ese contexto en el que pude disfrutar, esta tarde, de “Esperando a los hombres”. Como no pude encontrar un trailer con el que ilustrar mi poquísimo objetiva pasión por la cosa, dudé de si contaros o no por aquí lo contenta que me ha dejado ver este documental. Pero como el siempre magnánimo Google me ha mostrad, mientras buscaba las dichosas imágenes inexistentes, que es una peli que se proyecta con bastante frecuencia en festivales de diversa índole, me he animado, para que si un día lo veis en un programa os suene el nombre y no lo dejéis pasar.
En la ciudad mauritana de Oualalat, roja y al borde del Sáhara, las mujeres esperan a que los hombres vuelvan de un lugar que nunca queda muy claro. Mientras dejan pasar el tiempo, decoran las paredes de las casas con unas laboriosas pinturas rituales de celebración del regreso y hacen, mirando a los ojos a la cámara, risueñas o pudorosas confesiones sobre el amor, el deseo, la maternidad y lo que es para ellas, en definitiva, un ser mujer que desgranan como pasan té de un vaso a otro o se llenan de laberintos de henna la palma de la mano. Con el seductor fondo musical que dibuja un tal Erwin Vann, la historia rueda al ritmo de las tareas cotidianas o de la extraña intriga que tejen los latidos del vientre de una embarazada o la letanía que explica el significado de los dibujos de arena.
Y desde que salí de la sala, no he parado de acordarme de aquel poema de la querida Carmen Camacho:
Mi padre me ha contado que en Mauritania
se juntan
Desierto y Selva.
En Mauritania y en otras mujeres por el estilo.
(Por lo demás, sólo tengo que añadir que si la semana del 22 al 31 de mayo os pilla cerca de Tarifa, ya sabéis lo que os recomiendo. Recibiré vuestros posteriores crónicas con una envidia muy bonita. De lo que promete sí que hay vídeo.)
Me alegra ver que te hemos gustado ¡Una pena que no puedas venir a Tarifa a vernos! Gracias por estar ahi y dedicar unas cuantas teclas a contar algo sobre nosotros y nuestro proyecto. Un abrazo.