Aunque no voy a contaros muchas cosas sobre mi viaje al sur (yo siempre he sido una dama discreta), os he traído muchos regalitos. Tienen todos la forma del descubrimiento de nuevos versos por los que pasear. Que cada uno se quede el que quiera.
Empiezo, paradójicamente, por los de alguien que, aunque no estaba en el festival, ha escrito el libro que se lleva el difícil galardón de haber sido, de entre el montón que me traje, el primero que me eché al bolso. Con ustedes, Ewa Lipska. Tres poemas de Fresas blancas que me ha sido difícil escoger.
ESCOGEMOS LA LIBERTAD
Escogemos la libertad.
Nos alejamos de la orilla.
Los remos pesados y de lengua extranjera.
Nos cohíbe el habla.
Es el pueblecito de Neumarkt
a las ocho de la madrugada
los dueños de la libertad
reparten arenques.
Luces. Lucecitas. Alegres casas.
Un ciclista sonríe.
Compramos tinta.
Inspiramos aire de lavanda.
Llevamos la maleta con una correa.
Solitarios alpinistas
en un pico conquistado.