Uno de los motivos por los que uno abre un blog es, sin duda, difundir la buena nueva de las hazañas de sus amigos. Y hay algunos que para eso dan mucho juego.
Manda narices que me tenga que enterar de en qué anda metido mi sabio renacentista favorito hojeando los periódicos del domingo, pero la riña ya se la echaré a él personalmente. El caso es que me admira el don que tiene este chico para humanizar lo más abstracto, para hacer el retrato de personajes enteramente desconocidos y convertirlos en algo así como superhéroes de la familia. Para no perder su certera habilidad literaria ni cuando dice cosas como la K-teoría y la cohomología motívica (vaya usté a saber). Y todo sin despeinarse, no se crean.
Y si no, decidme si os habríais creído que ibais a leer hasta el final un artículo sobre matemáticas un domingo por la mañana:
Al Institute des Hautes Études Scientifiques (IHES) se llega hoy en tren desde el centro de París, y la nieve que cubre el camino desde la estación de Bures-sur-Yvette al edificio de conferencias apenas impide el tránsito de decenas de investigadores venidos de todo el mundo. No era así en 1958, cuando Léon Motchane, un empresario apasionado por la ciencia, decidió crear un instituto que impulsara la investigación teórica libre en una Europa devastada aún por la fuga de cerebros.
Desde entonces, el pequeño bosque que acoge sus instalaciones ha sido escenario de algunos de los avances matemáticos más espectaculares del siglo. Ahora, como colofón a las actividades que durante todo 2008 han conmemorado el cincuentenario de la institución, acaba de clausurarse un congreso que ha repasado la influencia de quien fue la personalidad más importante y reconocida del IHES en sus primeros años de vida: el matemático Alexandre Grothendieck. (seguir leyendo)