…en la constelación decimoctava…

En los días luminosos, si amenaza una sombra siempre me resuena en la mente algún verso de Gerardo Diego que me recuerda lo que es el color. Envuelvo este en papel de regalo y lo dejo junto a la más optimista de las ventanas. Es largo, pero es necesario leerlo entero, y, al fin y al cabo, tenemos un millón de años para ocuparnos de las cosas importantes.

Era el mes que aplicaba sus teorías

cada vez que un amor nacía en torno

cediendo dócil peso y calorías

cuándo por caridad ya para adorno

en beneficio de esos amadores

que hurtan siempre relámpagos y flores


Ella llevaba por vestido combo

un proyecto de arcángel en relieve

Del hombro al pie su línea exacta un rombo

que a armonizar con el clavel se atreve

A su paso en dos lunas o en dos frutos

se abrían los espacios absolutos


Amor amor obesidad hermana

soplo de fuelle hasta abombar las horas

y encontrarse al salir una mañana

que Dios es Dios sin colaboradoras

y que es azul la mano del grumete

-amor amor amor- de seis a siete


Así con la mirada en lo improviso

barajando en la mano alas remotas

iba el galán ladrándole el aviso

de plumas blancas casi gaviotas

por las calles que huelen a pintura

buscando siempre a ella en cuadratura


Y vedla aquí equipando en jabón tierno

globos que nunca han visto las espumas

vedla extrayendo de su propio invierno

la nieve en tiras la pasión en sumas

y en margaritas que pacerá el chivo

su porvenir listado en subjuntivo


Desde el plano sincero del diedro

que se queja al girar su arista viva

contempla el amador nivel de cedro

la amada que en su hipótesis estriba

y acariciando el lomo del instante

disuelve sus dos manos en menguante


“A ti la bella entre las iniciales

la más genuina en tinta verde impresa

a ti imposible y lenta cuando sales

tangente cuando el céfiro regresa

a ti envío mi amada caravana

larga como el amor por la mañana


Si tus piernas que vencen los compases

silencioso el resorte de sus grados

si más difícil que los cuatro ases

telegrama en tu estela de venados

mis geometrías y mi sed desdeñas

no olvides canjear mis contraseñas


Luna en el horno tibio de aburridas

bien inflada de un gas que silba apenas

contempla mis rodillas doloridas

así no estallen tus mejillas llenas

contempla y dime si hay otro infortunio

comparable al desdén y al plenilunio


Y tú inicial del más esbelto cuello

que a tu tacto haces sólida la espera

no me abandones no Yo haré un camello

del viento que en tus pechos desaltera

y para perseguir tu fuga en chasis

yo te daré un desierto y un oasis


Yo extraeré para ti la presuntuosa

raíz de la columna vespertina

Yo en fiel teorema de volumen rosa

te expondré el caso de la mandolina

Yo peces te traeré -entre crisantemos-

tan diminutos que los dos lloremos


Para ti el fruto de dos suaves nalgas

que al abrirse dan paso a una moneda

Para ti el arrebato de las algas

y el alelí de sálvese el que pueda

y los gusanos de pasar el rato

príncipes del azar en campeonato


Príncipes del azar Así el tecleo

en ritmo y luz de mecanografía

hace olvidar tu nombre y mi deseo

tu nombre que una estrella ama y enfría

Príncipes del azar gusanos leves

para pasar el rato entre las nieves


Pero tú voladora no te obstines

Para cantar de ti dame tu huella

La cruzaré de cuerdas de violines

y he de esperar que el sol se ponga en ella

Yo inscribiré en tu rombo mi programa

conocido del mar desde que ama”


Y resumiendo el amador su dicho

recogió los suspiros redondeles

y abandonado al humo del capricho

se dejó resbalar por dos rieles

Una sesión de circo se iniciaba

en la constelación decimoctava

 

(Gerardo Diego, “Fábula de Equis y Zeda”)

 

 

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