Puede que, una mañana de sábado ocupada y por tanto dispersa, una conversación lleve a revisar libros leídos hace tanto que casi no se ven las huellas; y que entonces se encuentren, saltando así de la página como un recuerdo que sale de pronto de la bruma, las palabras que se andaban buscando…
- Quiero que sepas
- una cosa.
- Tú sabes cómo es esto:
- si miro
- la luna de cristal, la rama roja
- del lento otoño en mi ventana,
- si toco
- junto al fuego
- la impalpable ceniza
- o el arrugado cuerpo de la leña,
- todo me lleva a ti,
- como si todo lo que existe,
- aromas, luz, metales,
- fueran pequeños barcos que navegan
- hacia las islas tuyas que me aguardan.
- Ahora bien,
- si poco a poco dejas de quererme
- dejaré de quererte poco a poco.
- Si de pronto
- me olvidas
- no me busques
- que ya te habré olvidado.
- Si consideras largo y loco
- el viento de banderas
- que pasa por mi vida y te decides
- a dejarme a la orilla
- del corazón en que tengo raíces,
- piensa
- que en ese día,
- a esa hora
- levantaré los brazos
- y saldrán mis raíces
- a buscar otra tierra.
- (…)
- (Pablo Neruda)
Así, sin edulcorante. A modo de amenaza o de vendetta.
O de confirmación.
Ay… don Pablo, don Pablo…