Disculpen este par de semanas de ausencia. Una noche el gato se fue a estirarse a otros tejados y cuando volvió se topó con que no sé que lío de servidores, dominios, pagos y etcéteras había llevado a que pusieran su casa en cuarentena. Un jaleo. Así que dejó a Geno encargada de hacer la magia de resurrección de páginas (gracias, miau, ronroneos varios) y aprovechó para tomarse unas forzosas vacaciones de palabras.
Pero ya ha vuelto, y tardará al menos un par de años en volver a pasarle lo mismo. Un día de estos se pondrá a arreglar los problemas-secuela que quedan con las imágenes viejas y las letras malas para miopes, por cierto.
Entretanto, claro, han pasado cosas.
El soldado ha emprendido la huida, pero para que lo voy a contar yo si ya lo cuenta Alba. (El árbol que planté lleva diez otoños dejando caer hojas, asi que sólo debe faltarme el hijo).
He cerrado fechas para irme a casa, Zaragoza y París, pero no he comprado billetes.
Me he jugado mi futuro a un examen en Fuenlabrada.
He tenido un ataque de sensatez. He perdido varias veces mi clase favorita.
He llorado con la chica cyborg.
He sido coartada. He recibido visitas y conocido a la mujer más loca del mundo.
He aprendido que en mi edificio una vez vivieron muchas azafatas.
Me he decepcionado otra vez -me han entristecido otra vez-.
He dado tres pasos atrás. Alante ninguno.
He mejorado mi técnica cocinando revueltos. He vuelto a decidir tener una tortuga.
He comido un brunch un domingo.
He visto una señal de Dios. No me ha gustado.
He tenido un desencuentro. Una revelación sobre China. Mucho sueño -y aún-.
He traducido y quizá conseguido un trabajo.
He confiado, confesado, confesionado.
He intentado improvisar.
He escuchado Hellville de Luxe y cambiado Canto por un himno nuevo:
Aprovechas bien el tiempo 😉