Se escribe como se vive

Al final la ciudad sí que ardió. Yo al menos vi las llamas. Como os dije antes de irme, era mi primera vez en un sarao de estos, y lo cierto es que superó mis expectativas. Me gustó esto de pasar tres días no pensando en nada que no fueran versos (será la cuota de ingenuidad que corresponde a ser, como me dijeron varias veces por allí, así de asquerosamente joven). Me gustó también encontrarme a gente que vale la pena, con miradas afiladas e ilusiones limpias. Y las lecturas en los institutos, hablando como mormones con la ilusión de cazar almas a una causa salvífica. Y por supuesto las comidas del Kin, las cenas del Ovetense. La noche inacabable, inhabitable, que empezaba siempre en esa Caja Negra mecenas y ángel, que acababa siempre en un sofá: o en otro.

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