Dices «Iré a otra tierra, hacia otro mar
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
y muere mi corazón
lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.
Donde vuelvo mis ojos sólo veo
las oscuras ruinas de mi vida
y los muchos años que aquí pasé o destruí».
No hallarás otra tierra ni otra mar.
La ciudad irá en ti siempre. Volverás
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad siempre es la misma. Otra no busques
-no hay-,
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra.
(K. Kavafis)
H ace poco, volvía a aconsejar ese poema: “no te vayas, llevarás todo contigo y nada podrá salvarte”.
Pero no es cierto. Lo es mucho más que las ciudades destrozan las costumbres.
Aterrizo en París con sabor a casa bajas de colores, a chocolate con naranja, a amigos de los sencillos. Aterrizo sin que por una vez asuste el vacío en los aeropuertos, aterrizo con hambre, con furia. Aterrizo sabiendo, que no es poco y queriendo, que es más. Aterrizo volviendo, creo, a saber gritar. Aterrizo y me hago un zumo y como onzas, aterrizo y hago planes, y preparo la exposé de historia pensando que desde el avión pensé que Alemania era eso: trocitos pequeños, domingos de pan y río y caballos sobre puentes.Las ciudades destruyen las costumbres. Pronto os muestro la cara de la que me lo dijo ultimamente. De momento también es cierto que
…las ciudades son iguales
nunca dejes que te engañen
todas tienen asesinas, oficinas, carnavales,
matrimonios aburridos, adivinos sin destino,
camareros que soñaron ser astronautas de niño…
(“Tristefeliz”, Luis Ramiro)
Así que, en el fondo, debe dar lo mismo.
O igual es el avión lo que cuenta.