(He encontrado un nuevo divertimento. A medio camino de casi cualquier parte hacia la que vaya hay una tienda de discos de ocasión. He descubierto la diversión de hurgar entre los cajones de a un euro y llevarme aquello en lo que un nombre o una foto me seduzcan. Como soy de obsesiones fijas, ayer me hice con el album de unos tal Résonance porque se llamaba “Le Golem”. Y fue una de esas veces en que resulta bien. La foto, en Praga, aunque yo allí nunca llegué a encontrarme al perverso ni al gato del rabino.)
hay risas en la Linterna Mágica,
donde, a ritmo de polka
danzan el Golem y Kafka.
En el museo de Joseph K.
brindan abogados y magistrados,
las campanas se desencadenan en las torres,
una silueta avanza paso a paso.
(…Mala Strana…
…Va de vuelta, ¿qué quiere?
Va de vuelta, ¿adónde va?…
…Mala Strana…)
El titiritero, con la cabeza baja,
abre los ojos y lo ve:
el autómata se desliza por los tejados
y desaparece una vez más
(…Mala Strana…
…Va de vuelta, ¿qué quiere?
Va de vuelta, ¿adónde va?…
…Mala Strana…)
El alquimista en la calle Maiselova
cierra los postigos con estruendo;
con su farol en la punta de los dedos
persigue a la sombra que mengua
El Golem, como un fuera de la ley,
huye del rabino con pavor,
lejos de la multitud y de las emociones
tiene lugar otro combate.
(…Mala Strana…
…Va de vuelta, ¿qué quiere?
Va de vuelta, ¿adónde va?…
…Mala Strana…)