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Cuando en París hay huelga de transportes, las consecuencias son evidentes: las carreteras de la ciudad se llenan de bicicletas bamboleantes mal dirigidas por hombres con traje, de patinadores torpes e incluso amas de casa en patinete. No es cierto que el metro esté cerrado a las ocho del día anterior ni que los buses nocturnos no funcionen, por otro lado. Y aunque hay clases que se suspenden por imposibilidades varias, la mayor parte de los que deben llegar, llegan, aunque resoplando por el esfuerzo de pedaleos o zancadas. Read More