No me gusta unirme a las efemérides del día. Son aburridas y tópicas, copiar y pegar.
Pero hoy me apetece -y espero que me lo perdone la saturación que seguro tenéis con el temita- acordarme de lo mucho que me alegré en Santa Clara. Como conté cuando aun tenía las imágenes y las emociones frescas, todo Cuba es un inmenso mercado de fotos del Che, salvo la ciudad donde se paró a dormir.
Mientras el mundo entero ha caído en la paradoja de convertirle en un icono del merchandising, algo entre sex symbol y chica-para-todo de las ilusiones revolucionarias, su tumba está rodeada de un silencio reverente. Entre las otras de los que se fueron por las mismas causas, ni más grande ni con más flores. Junto a un museo en que las fotos intimistas emocionan más que las heroicas.
Vale que eso también entra en el juego del merchandising. Igual aunque de otro modo que los carteles que pega el Estado y que dicen “queremos que nuestros hijos sean como el Che”. Que las excursiones de los pioneros a la explanada memorial.
Pero qué se le va a hacer, me alegré en Santa Clara. Será porque uno no es inmune a las huellas de los sueños, y entre las líneas de esta peculiar estrella del comunismo se leía coherencia. A veces las masas se adhieren también a causas nobles, y no está mal cuando ocurre, por variar.
Al fin y al cabo, por qué no va a tener todo el mundo un poster al que mirar a los ojos cuando a los soñadores les vengan mal dadas.
Más si el poster es, a veces, un mural pintado en un muro de un pueblo con goteras y embargo.
Así que hasta luego, Comandante. Nos veremos otra vez en Santa Clara. Entretanto, que te cante Benedetti, que está menos visto y me va más al caso :
Lo han cubierto de afiches de pancartas
de voces en los muros
de agravios retroactivos
de honores a destiempo
lo han transformado en pieza de consumo
en memoria trivial
en ayer sin retorno
en rabia embalsamada
han decidido usarlo como epílogo
como última thule de la inocencia vana
como añejo arquetipo de santo o satanás
y quizás han resuelto que la única forma
de desprenderse de él
o dejarlo al garete
es vaciarlo de lumbre
convertirlo en un héroe
de mármol o de yeso
y por lo tanto inmóvil
o mejor como mito
o silueta o fantasma
del pasado pisado
sin embargo los ojos incerrables del che
miran como si no pudieran no mirar
asombrados tal vez de que el mundo
no entienda que treinta años después sigue bregando dulce y tenaz por la dicha del hombre.