No sé si echarle la culpa a mi desorden vital de los últimos tiempos o a alguna divinidad adversa, pero sé que no hay perdón para el hecho de que, diez días después de recuperarme del jet lag, aún no haya sacado tiempo para contar las historias del viaje de este verano. Así que, para que de mañana no pase (y entre maleta y maleta de la nueva partida), anuncio o prometo:
Esténse atentos, navegantes. Mañana partimos, con cuentos reales, rumbo al Japón.
Esperamos ansiosos.
Ya somos al menos dos esperando